Don Noce es un jubilado que tiene su ranchito cerca del barrio obrero de
Laguna Paiva, buen levitador, bastante ágil a pesar de su edad (es difícil
calcularlo, pero nadie duda de que el viejo ya es centenario). Soltero y
cascarrabias, muchos lo tildan de lunático, a lo que él contribuye con su
aspecto estrafalario: lleva una barba blanca de años y una colita de canas
trenzadas que le brota en la nuca, desde donde termina la pelada. Aún viste el
último mameluco que le proveyeron a fines de los setenta en el taller
ferroviario (donde fue oficial carpintero), hay que decir que bastante rotoso y
mugriento.
En la zona del puerto viene armando desde hace casi dos décadas una
canoa inmensa, de unos 120 metros o más de
eslora. Todo trabajo a pulmón, en solitario, con madera de pino Elliotis. Un
día de viento norte muy fuerte levitó tan alto que se perdió de vista entre las
nubes, y apareció recién a la semana, apenas
Sturzenegger anunciaba lo del megacanje. Cuando aterrizó en el balneario, repetía
como afiebrado: "esto se va todo al
carajo, hay que hacer algo". El día que Cavallo decretó el corralito, el
viejo ya estaba armando la quilla.
Los paiveros que solían pasear los domingos por el puerto, veían
asombrados como don Noce seguía incansable con su trabajo inútil. En el 2010
vinieron unos muchachos del canal Encuentro, con la intención de filmar un
documental para la serie “Los locos nuestros”, pero no tuvieron éxito, porque Don
Noce siempre se ha negado a hacer declaraciones a la prensa.
A mediados de marzo dio la impresión de que Don Noce terminó de
calafatear y pintar la embarcación, y desde entonces se dedicó al acopio de las
mercaderías que le acercan los muchachos del Supermercado Apolo 11 y,
curiosamente, también de la forrajería “El chancho rengo”.
Primero llegaron los flamencos a la laguna, y después fueron
apareciendo loros, cacatúas, monos, carpinchos, yacarés, ornitorrincos,
osos polares, pingüinos, rinocerontes, dragones de Komodo y demonios de Tasmania.
La gente murmura y consulta a las curanderas. El cura aconseja no atender a los misioneros
brasileros ni a los norteamericanos que recorren los barrios de a pares. El
ministerio de Seguridad de la Nación anuncia un aumento de los patrullajes de
la prefectura cuando pase el mal tiempo.
Desde hace dos semanas que no deja de llover, y continúan apareciendo animales
extraños en el camino que lleva al puerto. Los meteorólogos hablan de un nuevo fenómeno climático, al que han bautizado como
el de “Los Niños Quintillizos”. Ayer por la tarde llegó desde San Nicolás una combi
con un contingente de veinteañeras muy agraciadas (tres rubias, cuatro
morochitas, una colorada, dos gorditas muy simpáticas, cinco asiáticas, en
total unas diecisiete), que se dirigieron directamente al muelle, donde se embarcaron,
dicharacheras, con Don Noce, cantando y bailando una cumbia de Los Palmeras (La
suavecita). Se lo vió contento al viejo, afeitado y con uniforme de almirante,
cuando soltó amarras.
Zarparon con rumbo desconocido. Una hora más tarde, la municipalidad
decretó el estado de alerta y puso en marcha el plan de contingencia.
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